La familia es una institución central en la sociedad, es el primer espacio de socialización y de inclusión a un grupo de pertenencia en donde se transmiten valores y se forma emocionalmente una persona. Nuestras primeras vivencias transcurren allí, y tienen la capacidad de generar las huellas más profundas en nuestra identidad y en nuestro modo de ver la realidad y entender los vínculos. La familia es central en el desarrollo de un ser humano y su importancia radica en su capacidad para proporcionar un ambiente seguro, enriquecedor y de crecimiento para sus miembros.
Si bien desde una mirada tradicional la familia cumple ciertas funciones universales (ser apoyo emocional, dadora de cuidado y protección, red de contención social, económica, etc) detrás de cada persona hay una historia para contar sobre su entramado familiar. En algunos casos, la familia es un pilar seguro en donde los miembros pueden ir encontrando sostenimiento a lo largo de su vida; pero también hay muchas personas que han tenido que convivir bajo el mismo techo con miembros de la familia que lejos de cuidar, proteger o dar seguridad, han dañado y vulnerado dejando secuelas que persisten con los años. Personas que han crecido con gran resentimiento a uno o varios integrantes de la familia, mientras que otras ni siquiera lo han podido registrar -de manera consciente- como algo nocivo, pero se encuentran repitiendo disfuncionalidades en sus vínculos actuales.
En el consultorio escucho sistematicamente relatos de vivencias muy duras en donde hay negligencia de todo tipo por parte de la familia de origen, abusos, como así también desprotección y abandono emocional. Niños devenidos en adultos, que miran hacia su pasado en un espacio de terapia, con gran dolor y angustia. Se escucha también cierta incomprensión de lo natural, como si algo no encuadrara: ¿cómo es posible que los padres o hermanos generen dolor, cuando son los que “deberían” cuidar ? Esa pregunta, cargada de contradicciones es la que resuena,y cuando lo hace; viene acompañada (por lo general) con un gran Sentimiento de culpa. La sociedad nos ha condicionado a creer que la familia es un vínculo de excelencia que no debe romperse nunca. Para muchos la familia es sagrada y los lazos no deben quebrantarse bajo ningún concepto. Es por eso que instalar condiciones y límites a la familia de origen puede ser una experiencia llena de culpas. Porque a pesar de que la relación pueda ser perjudicial, se nos enseña que debemos mantenernos unidos, tolerar y soportar encontrándonos siempre cerca. Todos estos condicionamientos emocionales tempranos afectan el modo en que diseñamos nuestros esquemas mentales, pudiendo aparecer miedo al rechazo o al abandono, sobretodo si existe manipulación por parte algún miembro.
Es por eso que tomar medidas, poner límites y sostener distancias puede ser realmente muy complejo. La lealtad muchas veces es más fuerte y gana la pulseada emocional aunque ésto implique grandes sacrificios personales. Manejar las emociones y conducirnos en la vida de un modo coherente al que pretendemos, requiere un proceso de autoconocimiento muy profundo en donde puedas identificar patrones y roles: en qué lugar te ubican, en qué lugar te ubicas vos mismo, como te sentís cuando compartís tiempo con ellos, cómo te hacen sentir los demás y que puedas clarificar qué pretendes para tu vida en relación a tus necesidades actuales.
Comprender que el respeto hacia vos mismo, tiene que ser mayor a tu deseo de ser amado, aceptado e incluido en la familia de origen es EL GRAN DESAFÍO. En definitiva: La sangre sólo hace parientes y el amor hace la familia. Si no sentís amor o si sentís que no has sido cuidado como necesitas/necesitaste, lo mejor es tomar distancia. Muchas veces el recorrido hacia la aceptación es un proceso largo, pero sin dudas puedo decir que cuando la persona logra instalarse en un punto de comprensión de que es merecedora de un trato justo y digno por parte de TODOS sus vínculos (sin excepción),será capaz de sortear la culpa eligiendo vivir en paz y dejando de sobrevivir.
Que importante es que podamos dar prioridad a nuestro bienestar y validar la necesidad de cuidar a uno mismo sobre las expectativas externas. Es por eso que si en tu familia los conflictos son constantes, existe violencia verbal y física, hay críticas permanentes No-Constructivas, aparecen problemas en la comunicación, hay exceso de control, manipulación, chantajes, alteraciones en los roles y funciones, secretismo, ocultamiento de conflictos, frialdad emocional y falta de demostraciones de afecto entre otras; es necesario por tu estabilidad mental y emocional que tomes distancia por un tiempo o de manera definitiva.
Te recomiendo también que busques ayuda terapéutica ya que puede ser muy importante no sólo para identificar patrones disfuncionales sino también para establecer formas y estrategias para el distanciamiento físico y emocional (temporal o definitivo) de un modo posible y respetando la singularidad de cada persona.
“El crecimiento personal a veces requiere distancia emocional”
Entiendo personalmente que a veces hay que Irse para cuidarse y actuar de esa forma no te convierte en una persona egoísta. Cuando hay disfuncionalidad, es una necesidad.
Optá por escucharte y mirarte, confía en tu criterio propio y aprende a decir “NO”. Ello puede ser un proceso gradual, que puede llevar tiempo y esfuerzo, pero los beneficios vas a experimentarlos a nivel emocional y vincular. Esos límites son una oportunidad para el crecimiento personal en términos de autoestima, autonomía y autoaceptación. Además permitirá reducir el estrés y la ansiedad (propias de vivir en conflicto constante) hasta la posibilidad de sanar emocionalmente heridas del pasado y patrones disfuncionales.
Recordá que la posibilidad de trabajar en el autoconocimiento es lo que permitirá aportar calidad a tus vínculos del presente y futuro evitando la repetición.
Gracias como siempre por acompañarme en la lectura…
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